El peor director de la historia del cine. Eso es
lo que muchos cinéfagos del mundo piensan. En consecuencia, opinan que Edward
D. Wood Jr. no merece tal distinción. Andy Milligan, nacido en 1929, adquirió
un cierto reconocimiento en los Estados Unidos con el mediometraje Vapors (1965),
sentida mirada a un micro mundo homosexual en blanco y negro, con guiños
estéticos al cine de John Cassavetes. Asimismo, dirigió películas de
explotación con temática erótica, como The filthy five
(1968), una cinta ahora perdida pero apreciada en su momento por Andy Warhol, y
Fleshpot on 42nd
St. (1972), que tuvo buena acogida por parte de algunos críticos.
Pero para desdicha de Milligan, hoy algunos lo
recuerdan no por sus buenas películas, sino por las malas. Sus películas de
terror, entre las que se cuentan The ghastly ones
(1968), The body
beneath (1970) y Guru, the mad monk
(1970), dieron vida a un “universo Milligan”, poblado de personajes con
diálogos que se dilataban hasta el sopor, seres deformes con maquillaje
descaradamente postizo, insertos de gratuitas escenas de sexo, y
encuadres que se movilizaban con temblor documental. A pesar del desmadre de la
puesta en escena, uno podía encontrar una energía vital en sus personajes,
poseídos por una voraz lujuria por la sangre, encarnada con una hiperviolencia
cutre y gore.
Andy es una muestra emblemática de lo que se conoce como cine de serie Z. Se podía dar el lujo de realizar películas de época, ambientadas en el medioevo, con solo 10, 000 dólares o menos. Todos aquellos ingredientes ya mencionados hacían que sus películas adquirieran un acabado más insano de lo previsto por sus erráticos guiones. En medio de una galería de ojos perforados, cuellos acuchillados y manos mutiladas con generosas explosiones de pintura roja, las criaturas de Milligan exhibían una naturaleza perversa pocas veces vista en el cine. En una secuencia de Torture Dungeon (1970), un duque trata de forzar a su pareja para acostarse con él y un hombre jorobado en su cama matrimonial. Ante la negativa de ella, el Duque precisa: “No soy homosexual, no soy heterosexual, no soy asexual… Soy trisexual… ¡Haría lo que sea por placer!”.
Milligan murió enfermo de sida y olvidado en
1992. Sin embargo, a inicios de la década pasada, ha crecido un culto alrededor
de sus películas, gracias a la fascinante biografía de Jimmy McDonough,
columnista del Village Voice, llamada “The Ghastly one: The sex-gore
netherworld of filmmaker Andy Milligan”.
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