Los personajes de James
Woods suelen ingresar a mundos marginales y sórdidos, dejándose envolver por
las sombras del mal. Es común haberlo visto en papeles secundarios, a través de
filmes como Érase una vez en América
(1984) de Sergio Leone o Casino
(1995) de Martin Scorsese. Ambas cintas exhibían la gestualidad explosiva y
casi animal de actores como Robert De Niro o Joe Pesci, razón por la cual la
presencia de Woods en aquellos filmes quizá no sea tan recordada por muchos.
Por ello, los papeles
más memorables de Woods están en otras películas, menos populares o asociadas
al cine de culto. En Videodrome
(1983) de David Cronenberg, Woods era el dueño de un canal de TV con programas
pornográficos que termina siendo víctima de señales electrónicas adictivas y
alucinógenas; en Salvador (1984) de
Oliver Stone es un periodista que se enamora de una mujer en un país centroamericano
bañado en sangre por una guerra civil; en Vampiros
(1998) de John Carpenter, es el duro y socarrón líder de una banda dedicada a
la caza de criaturas chupasangre; en Otro
día en el paraíso (1998) de Larry Clark, es un paternal sujeto inmerso en
problemas de robo y tráfico de drogas.
A pesar de ser filmes
de géneros y estilos diversos, muestran a un James Woods de inolvidable mirada
sarcástica, que escupe un verbo crudo, de humor negro, mientras sus manos
podrían llegar a estar ávidas por destruir algún ser, humano o no, con
violencia estridente y seca. Sin embargo, terminaremos viendo, al final, a un
Woods de encantadora sonrisa malévola. Si descendiéramos al infierno con alguno
de los personajes más queridos de Woods, nos imaginamos que sería el viaje más
divertido de nuestras vidas.
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