lunes, 21 de octubre de 2013

Sobre “Pesadilla en la calle Elm” (y su proyección en UVK Larcomar)



Si bien las proyecciones de varios clásicos en la sala de arte de UVK Larcomar no son en formato DCP, sino, hasta donde tengo entendido, desde un blu-ray, la calidad de imagen y sonido terminan siendo impresionantes. Nos dejan apreciar las películas en su máxima expresión posible, al menos dentro de nuestro país.

Ese es el caso de “Pesadilla en la calle Elm” (1984) de Wes Craven, reestrenada el último jueves. Ante la calidad de proyección, he podido disfrutar aún más de sus virtudes. Y una de ellas es su trabajo con el sonido. El inicio de la película es impresionante, con esos planos de detalle de las manos sucias de Freddy Krueger, aquel sujeto al que se le prendió fuego por abusar de varios niños y asesinarlos. Ceremoniosamente, elabora las cuchillas de su guante, con las que raspará tuberías viejas y máquinas humeantes, que parecen calderas extraídas de algún relato encantado, y creará ruidos que se sienten como chillidos metálicos.  

El hombre de piel quemada, con sombrero y jersey a rayas, busca ser como una bruja que hervirá los sueños de adolescentes, para así alimentarse de ellos. En medio de ese territorio onírico, en el que camina un cordero entre sombras (toda una reminiscencia del cine de Buñuel), se suceden otros sonidos inquietantes: una aparente canción de cuna de melodía tétrica; los jadeos de Freddy, que susurra el nombre de la adolescente que persigue; el rasgado de telas viejas; balidos y llantos de niños.

Que se mezclen aquellos sonidos animales con infantiles, refleja a los menores de edad como corderos a sacrificar por una nueva deidad. No es casualidad que en una de las escenas, Krueger le diga al personaje de Tina (Amanda Wyss), mientras acerca las cuchillas de su guante a su otra mano: “this is God”, procediendo a cortar sus propios dedos. Como un dios, el monstruoso personaje está dotado del arte de la omnipresencia, aparece y desaparece en cualquier rincón, en los sueños o en la realidad.

Cuando el personaje de Nancy (Heather Langenkamp) se queda dormido en su clase de Literatura, se escucha a un compañero suyo leer fragmentos de un libro de William Shakespeare. El dramaturgo inglés tiene una obra en la cual más de un personaje se pregunta por su relación entre dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, el que se siente mientras uno tiene los ojos cerrados, al soñar, o aquel que percibimos cuando los tenemos abiertos. Así, en otro pasaje onírico del filme, la protagonista ve el cuerpo de Tina encerrado en un bolso transparente de morgue, manchado de sangre, pero parado como si fuera una réplica de alguna imagen de la Virgen María, profanada con insectos que salen de su boca. Por todo ello, el serial killer posee una ubicuidad de macabro aire religioso.

“Pesadilla en la calle Elm” es cruda y violenta, con algunas imágenes espectaculares, como la de Jhonny Depp siendo absorbido por su cama y licuado, convertido en un chorro de sangre que explota sobre el techo de su habitación. Sin embargo, los momentos más gore de la cinta suelen ser precedidos por no solo por aquellos sonidos escalofriantes, sino por una atmósfera tenebrosa, de sombras que se proyectan como provenientes de alguna cinta fantástica de Jacques Tourneur. Las escenas más brillantes de la cinta son aquellas en las cuales Freddy Krueger emerge de una oscuridad fantasmal, como un cuco de brazos que mutan en tentáculos gigantescos, o que corta su carne para revelar sus entrañas viscosas y nauseabundas. El mal en la película se sugiere en encuadres lóbregos, que avanzan con movilidad laberíntica, para finalmente aparecer con brutalidad.

Una serie de escenas y giros narrativos de “Pesadilla en la calle Elm” le deben mucho a Alfred Hitchcock. Al inicio del filme, Tina parece ser quien será la protagonista, sin embargo muere a la media hora de avanzada la película.  Por otro lado, en una secuencia, Nancy es atacada en una bañera. Los recuerdos de una Janet Leigh, destinada a ser la protagonista de todo el metraje de “Psicosis” pero muerta a la mitad, y además atacada en un espacio tan íntimo como el baño, vienen a nuestra memoria cuando vemos el mítico filme de Wes Craven. Pero la cinta que mostró por primera vez a Freddy Krueger tiene otros ingredientes que la hacen única.





1 comentarios :

Alejandro dijo...

También estuve en la premiere de Larcomar hace dos semanas y me sorprendió la calidad de imagen y sonido, no creo que haya sido proyectada de Blu-ray, a diferencia de la proyección de Operación Dragón de la semana pasada, demasiado granulada y de calidad muy inferior. Tenía entendido que los cines comerciales tienen que proyectar solo DCP para poder pagar derechos, en cuanto a lo digital se refiere, sería fácil ahorrarse el gasto si lo hacen de Blu-ray, además para mantener el standard de calidad de proyección, ¿hasta que punto es cierto esto?, saludos.