sábado, 7 de febrero de 2015

Bob Esponja: Un héroe en ácidos




Hace varios años que no veía en la cartelera comercial una película tan próxima a las visiones psicodélicas que se podían apreciar en el cine de los años 60 y 70, a través de las obras de directores como Kenneth Anger o Alejandro Jodorowsky. Si “Bob Esponja, la película” (2004) de Stephen Hillenburg y Mark Osborne era la parodia, llena de referencias nostálgicas y pop, de todos los arquetipos del héroe y su narrativa canónica (aquellos que pueden encontrar en “El héroe de las mil caras”, el famoso libro de Joseph Campbell), “Bob Esponja: un héroe fuera del agua” (2015) de Paul Tibbitt convierte las aventuras de la amarilla y popular criatura en viajes ácidos.  

Esos viajes también están dotados de una cinefilia frenética. Ante la desaparición de la receta de las “cangreburgers”, en un lúdico y brusco giro de guion, la localidad de Fondo de Bikini se convierte en una tierra salvaje y punk, como una recreación infernal y postapocalíptica de “Mad Max” (1979) de George Miller. En su intento por recuperar la perdida fórmula, Bob se alía con su enemigo Plankton, quien, en una de las escenas más delirantes de la película, se introduce en el cerebro del cuadrado protagonista e ingresa a sus sueños, plagados de inquietantes imágenes “fresa”: todo un carrusel de golosinas vivientes, cielos rosados y ecos de chillonas risas infantiles.  

La fuerza alucinógena de la película va in crescendo cuando ambos personajes crean una máquina como la que usan Marty y el “Doc” en la saga “Volver al futuro” de Robert Zemeckis. La proyección en 3D de “Bob Esponja: Un héroe fuera del agua” hace que los acelerados viajes de Bob y Plankton en el tiempo, de abrumador cromatismo lisérgico, casi nos hagan perder el sentido de la realidad en la sala de cine. En un momento del largometraje, ya no sorprende que, de pronto, aparezca un personaje como Burbujas, un delfín humanoide y vigilante planetario, que parece salido de alguna pintura surrealista.  

Bob y Patricio, la estrella de mar, se “emborrachaban” con helados en la cinta del 2004. En este nuevo largometraje, se “drogan” consumiendo algodones de azúcar, al experimentar veloces alucinaciones, semejantes a las de Alex y los drugos cuando manejan un vehículo en “La naranja mecánica” (1971) de Stanley Kubrick. Pero además, siguiendo los juegos metaficcionales de la película anterior, “Bob Esponja: un héroe saliendo del agua” hace que los personajes, como el Barbaburger interpretado por Antonio Banderas, reinventen la propia historia en la que participan al escribir en la hoja de un viejo libro. Es como si  Nickelodeon hubiera resucitado a Luigi Pirandello para participar en el alocado equipo de guionistas de la película.


Las nuevas aventuras de Bob Esponja son un trip subversivo y políticamente incorrecto.

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