Con el nombre de "Toni Erdmann", irrumpe como un excéntrico uninvited guest al estilo del Peter Sellers de La fiesta inolvidable, pero es capaz de usar dentaduras postizas, peluca o hasta extraños disfraces para llamar la atención de Inés. Por ello, los colmillos que emplea son como los de Fredric March en El Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Rouben Mamoulian, se hace pasar como un otro que quiebra las formas y convenciones propias de los eventos en que ella participa. A pesar de los esfuerzos de Winfried para recuperar los lazos con Inés, nunca dejar de ser ese otro: ante la desnudez de su hija o de los demás puede aparecer con un disfraz sumamente peludo, como si fuera la mezcla de una llama y un yeti.
Sin embargo, hay momentos en que logran conectarse, y son algunos de los momentos más entrañables y a la vez jocosos de la película: la escena en que ella lo persigue en la calle y lo abraza como si encarnaran a los personajes principales del cuento de La bella y la bestia, y aquella otra en que Winfried, con su peluca y su dentadura postiza, y encorvado como el Lon Chaney de El fantasma de la ópera, toca el piano mientras Inés se desata e interpreta con profundo sentimiento la canción "Greatest love of all" de Whitney Huston. La maestría de Maren Ade se encuentra en la sencillez con la que armoniza las imágenes de rutina de una yuppie con las estrafalarias ocurrencias de un padre que ama.
Podrán leer la crónica completa del Festival de Cannes 2016 en el número 16 de la revista "Ventana Indiscreta".
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