El cine nacional convocó este año, nuevamente, a millones de
espectadores en salas comerciales. Ese éxito en números, ¿también se tradujo en
un éxito en cuanto a la calidad cinematográfica? Esta es la versión extendida de un artículo que publiqué el último domingo en "El dominical" del diario "El comercio".
El cine peruano está logrando lo que hasta
hace un tiempo parecía imposible. En este año que finaliza, ha tenido 4
millones y 90 mil espectadores en salas comerciales, cifra que supera a la del
año anterior. Por otro lado, en el 2014 se estrenaron 17 películas, una
cantidad que supera el total de cintas nacionales exhibidas en el 2013. Más allá de los números, ¿qué es
lo bueno, lo malo y lo feo que podemos encontrar en ellas?
Las películas más taquilleras han sido
aquellas que han jugado con las fórmulas de género, aquellas que pertenecen a la
comedia y el terror. Sin embargo, los resultados expresivos son desiguales. Largometrajes
como “A los 40” de Bruno Ascenzo o “Japy Ending” (realizada por varios
directores) tuvieron a su favor la inclusión de figuras populares de la
televisión nacional, aunque sus recursos cinematográficos (exceptuando algunas
secuencias logradas) se pierden entre personajes de trazo tosco, un humor
simplón y banal, y algunas inconsistencias de guion. Mejor resulta “Viejos
amigos” de Fernando Villarán, con sus ancianos que guardan las cenizas de su
fallecido amigo a la manera de “Dude” de “El gran Lebowski” de los Coen, e
inician una aventura de espíritu adolescente por calles chalacas. La comicidad
de esta película si bien tiene un tratamiento convencional, posee diálogos
mucho mejor armados y cuenta con las logradas actuaciones de intérpretes
curtidos como Blume, Victoria y Gassols.
TERROR A LA PERUANA
En el caso del terror, “Secreto Matusita” de
Fabián Vasteri juega con el popular recurso del metraje encontrado (found footage), mientras que “El demonio
de los andes” de Palito Ortega Matute sigue la tradición del cine regional de usar
figuras mitológicas, como la del Jarjacha. En esa línea, apareció una película
como “La cara del diablo” de Frank Pérez Garland, que cruza la dinámica del slasher movie norteamericano (subgénero
del terror animado por un asesino en serie) con los silbidos del Tunche,
criatura mitológica de origen selvático. Los resultados en cuanto al trabajo de
este género no han sido del todo satisfactorios, aunque la excepción es “El
vientre” de Daniel Rodríguez, con su horror crudo pero a la vez dotado de un aire
gótico, creado a través de un juego de miradas, de un voyerismo que cruza
espacios tan anticuados como ominosos, y que le debe mucho tanto a Hitchcock como a Polanski.
CINE DE AUTOR
Por la cartelera comercial también han pasado
aquellas películas peruanas que suelen llevar el rótulo “de autor” o “de
festival”, entre las cuales destacan dos: “El mudo” de los hermanos Daniel y
Diego Vega, y “El elefante desaparecido” de Javier Fuentes-León. La primera
muestra un protagonista orientado a una contención actoral que se engarza en
escenas de humor negro, al estilo de las películas de los uruguayos Juan Pablo
Rebella y Pablo Stoll (a su vez, inspirados en las actuaciones desdramatizadas
de las películas de Jim Jarmusch y Aki Kaurismäki), en el marco de una
radiografía desoladora de la realidad peruana; la segunda, es un ingenioso juego
metaficcional por momentos frío y cerebral, por momentos emotivo y pasional,
que hace encontrar al autor de una novela con sus personajes, recordando los
experimentos creativos de Luigi Pirandello, pero también los motivos criminales
de las novelas negras y el film noir, así como las confusiones de
realidad y fantasía que forman parte del cine de David Lynch. En esa vía, otra cinta de interés es
“Perro guardián” de Bacha Caravedo y Chinón Higashionna, con Carlos Alcántara
en un registro lacónico y a la vez violento, con impulso vengador, como el
Travis Bickle de “Taxi driver” o los personajes protagonizados y dirigidos por
Clint Eastwood en muchos de sus westerns.
Otros largometrajes plasman directa o
indirectamente sucesos importantes de nuestra historia, como la paranoia
terrorista de los años ochenta (“Viaje a Tombuctú”) o la tragedia aérea del
club Alianza Lima en 1987 (“F-27”). Entre ellas, llama la atención una película
como “Gloria del Pacífico”, que, a pesar sus falencias (sus problemas de
continuidad en la edición, su tono por momentos dulzón y aleccionador, o sus
efectos especiales limitados), logra hacer un retrato íntimo y conmovedor de
héroes nacionales, como Francisco Bolognesi o Alfonso Ugarte. El director de
este largometraje, Juan Carlos Oganes, parece compenetrarse con la valentía de
sus personajes, al haber hecho una opera
prima ambiciosa en las condiciones más difíciles y quijotescas.
El cine nacional de los últimos años no se
reduce a lo visto en cartelera. Tanto en las regiones como en la capital se
realizan películas que no tiene exhibición en salas comerciales, entre las que
podemos destacar “5” de Eduardo Quispe Alarcón. No obstante, todas aquellas
cintas merecen una nota aparte y muy especial.
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