Si bien las
proyecciones de varios clásicos en la sala de arte de UVK Larcomar no son en
formato DCP, sino, hasta donde tengo entendido, desde un blu-ray, la calidad de
imagen y sonido terminan siendo impresionantes. Nos dejan apreciar las
películas en su máxima expresión posible, al menos dentro de nuestro país.
Ese es el caso de
“Pesadilla en la calle Elm” (1984) de Wes Craven, reestrenada el último jueves.
Ante la calidad de proyección, he podido disfrutar aún más de sus virtudes. Y
una de ellas es su trabajo con el sonido. El inicio de la película es impresionante,
con esos planos de detalle de las manos sucias de Freddy Krueger, aquel sujeto
al que se le prendió fuego por abusar de varios niños y asesinarlos. Ceremoniosamente,
elabora las cuchillas de su guante, con las que raspará tuberías viejas y
máquinas humeantes, que parecen calderas extraídas de algún relato encantado, y
creará ruidos que se sienten como chillidos metálicos.
El hombre de piel
quemada, con sombrero y jersey a rayas, busca ser como una bruja que hervirá
los sueños de adolescentes, para así alimentarse de ellos. En medio de ese
territorio onírico, en el que camina un cordero entre sombras (toda una
reminiscencia del cine de Buñuel), se suceden otros sonidos inquietantes: una aparente
canción de cuna de melodía tétrica; los jadeos de Freddy, que susurra el nombre
de la adolescente que persigue; el rasgado de telas viejas; balidos y llantos
de niños.
Que se mezclen
aquellos sonidos animales con infantiles, refleja a los menores de edad como
corderos a sacrificar por una nueva deidad. No es casualidad que en una de las
escenas, Krueger le diga al personaje de Tina (Amanda Wyss), mientras acerca
las cuchillas de su guante a su otra mano: “this is God”, procediendo a cortar
sus propios dedos. Como un dios, el monstruoso personaje está dotado del arte
de la omnipresencia, aparece y desaparece en cualquier rincón, en los sueños o
en la realidad.
Cuando el personaje
de Nancy (Heather Langenkamp) se queda dormido en su clase de Literatura, se
escucha a un compañero suyo leer fragmentos de un libro de William Shakespeare.
El dramaturgo inglés tiene una obra en la cual más de un personaje se pregunta
por su relación entre dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, el que
se siente mientras uno tiene los ojos cerrados, al soñar, o aquel que
percibimos cuando los tenemos abiertos. Así, en otro pasaje onírico del filme,
la protagonista ve el cuerpo de Tina encerrado en un bolso transparente de
morgue, manchado de sangre, pero parado como si fuera una réplica de alguna
imagen de la Virgen María, profanada con insectos que salen de su boca. Por
todo ello, el serial killer posee una
ubicuidad de macabro aire religioso.
“Pesadilla en la
calle Elm” es cruda y violenta, con algunas imágenes espectaculares, como la de
Jhonny Depp siendo absorbido por su cama y licuado, convertido en un chorro de
sangre que explota sobre el techo de su habitación. Sin embargo, los momentos
más gore de la cinta suelen ser
precedidos por no solo por aquellos sonidos escalofriantes, sino por una
atmósfera tenebrosa, de sombras que se proyectan como provenientes de alguna
cinta fantástica de Jacques Tourneur. Las escenas más brillantes de la cinta
son aquellas en las cuales Freddy Krueger emerge de una oscuridad fantasmal,
como un cuco de brazos que mutan en tentáculos gigantescos, o que corta su
carne para revelar sus entrañas viscosas y nauseabundas. El mal en la película se
sugiere en encuadres lóbregos, que avanzan con movilidad laberíntica, para
finalmente aparecer con brutalidad.
Una serie de
escenas y giros narrativos de “Pesadilla en la calle Elm” le deben mucho a
Alfred Hitchcock. Al inicio del filme, Tina parece ser quien será la
protagonista, sin embargo muere a la media hora de avanzada la película. Por otro lado, en una secuencia, Nancy es
atacada en una bañera. Los recuerdos de una Janet Leigh, destinada a ser la
protagonista de todo el metraje de “Psicosis” pero muerta a la mitad, y además
atacada en un espacio tan íntimo como el baño, vienen a nuestra memoria cuando
vemos el mítico filme de Wes Craven. Pero la cinta que mostró por primera vez a
Freddy Krueger tiene otros ingredientes que la hacen única.
1 comentarios :
También estuve en la premiere de Larcomar hace dos semanas y me sorprendió la calidad de imagen y sonido, no creo que haya sido proyectada de Blu-ray, a diferencia de la proyección de Operación Dragón de la semana pasada, demasiado granulada y de calidad muy inferior. Tenía entendido que los cines comerciales tienen que proyectar solo DCP para poder pagar derechos, en cuanto a lo digital se refiere, sería fácil ahorrarse el gasto si lo hacen de Blu-ray, además para mantener el standard de calidad de proyección, ¿hasta que punto es cierto esto?, saludos.
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