El
martes 10 de setiembre participé en un debate, organizado por el cineclub P-19,
ubicado en el local de la Ajep (Asociación de Jóvenes Españoles del Perú), en
el que se tenía que responder a la siguiente pregunta: ¿existe el cine
independiente peruano? En el número 7 de “Ventana Indiscreta”, la revista de
cine que edito, se trató ese tema en extenso. Por ello, y tomando en cuenta que
hay dos definiciones típicas de lo independiente (aquel cine hecho fuera de una
industria cinematográfica, o ese cine que toma distancia de una narrativa
canónica, que caracteriza al grueso de las producciones hollywoodenses), recabé
algunos datos de esa edición para resolver la interrogante:
- La dependencia económica no va necesariamente en contra
de la independencia expresiva. Akira
Kurosawa trabajó para la Toho Film, la gran compañía japonesa. Ingmar Bergman,
por su parte, hizo lo mismo para una importante empresa cinematográfica de su
país: la Svensk Filmindustri. Directores tan personales como Coppola, De Palma,
Allen o Scorsese formaron parte del “Nuevo Hollywood”. Y otro tanto podríamos
decir de realizadores como Tim Burton o Christopher Nolan, que poseen un
universo muy singular en obras situadas en el corazón de la gran industria
norteamericana.
- El bajo presupuesto no necesariamente es una
característica del cine independiente. Las
películas de escaso presupuesto formaron parte del sistema de producción
hollywoodense entre los años treinta y cincuenta, a raíz de la “Gran
Depresión”. Una producción hollywoodense de la RKO como la cinta de horror “La
mujer pantera” (1942) de Jacques Tourneur es tan “serie B” como “Detour”
(1945), aquel clásico del cine negro,
dirigido por Edgar G. Ulmer, de la productora independiente PRC. Que en el Perú
se haga un cine de mínimos recursos en lo absoluto sería algo que le dé el
carácter de independiente. Pero, además, si apreciamos los valores de
producción que tiene una cinta tildada de “independiente” como “El cisne negro”
(2010) de Darren Aronofsky, con su presupuesto aproximado de 13 millones de
dólares, pues nos daremos cuenta que el cine usualmente referido como indie no necesariamente implica una
economía limitada.
- La idea de un cine independiente sólo es clara en Estados
Unidos de Norteamérica. Si
existe un estudio cinematográfico que trabaje fuera de Hollywood, pues puede
ser considerado independiente. Pero esa es una figura que en nuestro país no
existe. El Perú no tiene una industria cinematográfica. Ni siquiera un organismo
sólido que haya asegurado de la forma debida la entrega de premios a una serie
de proyectos de películas. Pero, además, retomando el punto anterior, el hecho
de recibir alguna clase de apoyo económico por parte del Estado tampoco va en
contra de una independencia expresiva. El cine de Claudia Llosa o Héctor Gálvez
es tan “expresivamente independiente” como el de Rafael Arévalo o Juan Daniel
Molero. Parte del cine de Armando Robles Godoy, un personaje tan emblemático
del cine de autor en el Perú, estuvo sustentado económicamente por el
empresario Bernardo Batievsky (a propósito de ello, pueden revisar el
interesante documental que realizó Andrea Franco, su nieta, sobre él, llamado
“Cuéntame de Bia”). Recordemos, por
cierto, que hay un cine experimental norteamericano y canadiense que recibe
apoyo estatal.
- Expresivamente, hablar de un cine independiente es inútil
en el caso de nuestro país. La expresión
“cine independiente” se emplea de forma tan arbitraria y antojadiza que resulta
elástica, aplicable a casi cualquier cosa. Por ello, si de lo que se trata es
de hablar de un cine que se aleja de un modelo narrativo clásico, pues podemos
aplicar otros conceptos, que son mucho más claros y precisos. Podemos hablar de
un “cine moderno” para señalar películas en las cuales se quiebran las
convenciones de una narrativa tradicional, a través de tiempos muertos,
actuaciones desdramatizadas, finales abiertos, trazos minimalistas etc. Pero
esos son rasgos que podemos encontrar en películas peruanas que pueden haber
recibido o no algún dinero del Estado. Tanto “El ordenador” de Omar Forero como
el “El limpiador” de Adrián Saba (la primera, a diferencia de la segunda, no
concursó por premios ofrecidos por el Estado) encajan dentro de los patrones de
un cine moderno, por dar dos ejemplos puntuales.
“El espacio entre las cosas” de Raúl del Busto también es
una película que obtuvo un premio de distribución por parte del Ministerio de
Cultura, el año pasado. Y es una cinta de rasgos experimentales que muestra una
absoluta independencia expresiva, al debilitar cualquier componente narrativo.
Si bien posee una voz en off que cuenta la historia de un policía inmerso
en el mundo del budismo zen, las imágenes se encadenan a la manera de un sueño,
de un modo no lineal o plasmando en tiempo presente lo que dicha voz describió
en momentos previos. Lástima que después de 20 o 30 minutos el trip cinematográfico que se anunciaba
vaya desinflándose. El largometraje, al final, muestra una menor consistencia
que los firmes globos de feria que aparecen al inicio. La fuerza expresiva de
sus primeras imágenes, de aire místico y alucinatorio, se va perdiendo porque
“El espacio entre las cosas” no cuaja un estilo uniforme. Combina, después de
ciertos toques “trascendentales”, imágenes de una tribu, discursos sobre el
yoga y música rock sin ton ni son.
Por ello, hablar de lo “independiente” en el cine peruano
es una mera etiqueta, insustancial y gaseosa. Apenas es una expresión que sirve, por ejemplo,
de bandera para ciertos festivales de cine en la región, pero que solo es útil
para referir un cine “distinto del mainstream”
de un modo muy vago y general. Si de lo que se trata es que la palabra “independiente”
diga algo sobre las formas estéticas o de producción de películas peruanas, no
llegaremos a ninguna parte. Tal vez a una conclusión tan simple e
intrascendente como esta: prácticamente todo aquel cine que se haga fuera de Hollywood,
en cualquier parte del mundo, sería independiente.
2 comentarios :
Cuánta sinrazón lee uno. "Independiente" no es un solo una etiqueta para festivales de la región, señor. Que lo use el BAFICI, Cine B en Chile o Lima Independiente en Perú no le da exclusividad a esa "región". Sino, ¿qué hacemos con el Roma Independent Film Festival? ¿Con L´Alternativa Festival de Cine Independiente de Barcelona? ¿Con el ÉCU European Independent Film Festival de París? ¿Y con el London Independent Film Festival? Ni que decir del Cinemalaya Philippine de Cine Independiente en Manila, o el de Hong Kong… Así que señor, si va a hablar de algo, documéntese bien y no escriba una perorata solo para hablar (mal) de un tema que no conoce del todo.
Es verdad que en otros festivales usan la etiqueta "independiente", pero eso no niega todo lo que he expresado en mi texto.
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