Hace varios años que no veía en la
cartelera comercial una película tan próxima a las visiones psicodélicas que se
podían apreciar en el cine de los años 60 y 70, a través de las obras de
directores como Kenneth Anger o Alejandro Jodorowsky. Si “Bob Esponja, la
película” (2004) de Stephen Hillenburg y Mark Osborne era la parodia, llena de
referencias nostálgicas y pop, de todos los arquetipos del héroe y su narrativa
canónica (aquellos que pueden encontrar en “El héroe de las mil caras”, el
famoso libro de Joseph Campbell), “Bob Esponja: un héroe fuera del agua” (2015)
de Paul Tibbitt convierte las aventuras de la amarilla y popular criatura en
viajes ácidos.
Esos viajes también están dotados de
una cinefilia frenética. Ante la desaparición de la receta de las
“cangreburgers”, en un lúdico y brusco giro de guion, la localidad de Fondo de
Bikini se convierte en una tierra salvaje y punk, como una recreación infernal
y postapocalíptica de “Mad Max” (1979) de George Miller. En su intento por recuperar
la perdida fórmula, Bob se alía con su enemigo Plankton, quien, en una de las
escenas más delirantes de la película, se introduce en el cerebro del cuadrado
protagonista e ingresa a sus sueños, plagados de inquietantes imágenes “fresa”:
todo un carrusel de golosinas vivientes, cielos rosados y ecos de chillonas risas
infantiles.
La fuerza alucinógena de la película
va in crescendo cuando ambos
personajes crean una máquina como la que usan Marty y el “Doc” en la saga
“Volver al futuro” de Robert Zemeckis. La proyección en 3D de “Bob Esponja: Un
héroe fuera del agua” hace que los acelerados viajes de Bob y Plankton en el
tiempo, de abrumador cromatismo lisérgico, casi nos hagan perder el sentido de
la realidad en la sala de cine. En un momento del largometraje, ya no sorprende
que, de pronto, aparezca un personaje como Burbujas, un delfín humanoide y
vigilante planetario, que parece salido de alguna pintura surrealista.
Bob y Patricio, la estrella de mar, se
“emborrachaban” con helados en la cinta del 2004. En este nuevo largometraje,
se “drogan” consumiendo algodones de azúcar, al experimentar veloces alucinaciones,
semejantes a las de Alex y los drugos cuando manejan un vehículo en “La naranja
mecánica” (1971) de Stanley Kubrick. Pero además, siguiendo los juegos
metaficcionales de la película anterior, “Bob Esponja: un héroe saliendo del
agua” hace que los personajes, como el Barbaburger interpretado por Antonio
Banderas, reinventen la propia historia en la que participan al escribir en la
hoja de un viejo libro. Es como si Nickelodeon hubiera resucitado a Luigi
Pirandello para participar en el alocado equipo de guionistas de la película.
Las nuevas aventuras de Bob Esponja son
un trip subversivo y políticamente
incorrecto.
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